Rescatamos, con alguna pequeña modificación, el siguiente apunte crítico que Jonathan Allen publicó el 14 de enero de 1990 en el periódico Canarias 7. Se trata de una reseña de El teléfono y otros cuentos (1989), primer libro de relatos de Ezequiel Pérez Plasencia (Santa Cruz de Tenerife, 1957 – Cartagena, 2011), a quien en este portal recordamos con una entrevista al que fue uno de sus mejores amigos y lectores, Eduardo García Rojas. Intentamos, de este modo, seguir manteniendo vivas la memoria y la presencia de uno de los mejores narradores canarios de las últimas décadas. Agradecemos a Jonathan Allen su generosidad al enviarnos este texto.
En los seis cuentos que se publicaron con el título de El teléfono, Ezequel Pérez Plasencia nos revela todo un poderío de narrador breve, una maestral y libre técnica del contar y un verbo que espía las rendijas de la expresión inédita. Sus frases se agolpan en pequeñas y fugaces cápsulas que anteceden al complemento y al objeto, creando una descripción que se devora para procrearse. Tiene el raro poder de meterse en lo que dice y de hacer de sus monólogos banales unos soliloquios elegantes, que tornean un idioma fresco, en parte calcado de la calle y en parte cosechado interiormente.
En «Ciudad nueva», segundo cuento incluido en esta colección, Ezequiel Pérez Plasencia despliega su poder narrativo, tal como es, de una manera amplia y más sosegada. Otros cuentos como «El teléfono», «Tal vez mañana» o «La erección» son pequeños tours de force que saltan al vacío para brillar, pero que dependen en gran medida de un potente trazo o brochazo narrativo. «Ciudad nueva» construye una parábola amarga sobre el destino de dos hombres, muy venidos a menos. Dos personajes trágicos se encuentran, los dos desahuciados y con el futuro roto, ya mayores. A través de Rosendo Sicilia vemos la patética figura de Felipo Lanao, un ex-cambullonero que hizo dinero en una ocasión, pero que ahora malvive en la pensión municipal y se busca la vida vendiendo las pocas prendas que le quedan o lo que caiga entres sus manos. Rosendo practica una medio esforzada caridad con Felipo, se debate entre la incomodidad del encuentro con su amigo y la rabia pundonorosa que le produce ver a un hombre digno reducido a tal miseria circunstancial.
Pero Rosendo, a la vez, es objeto de caridad, de unas dos mil pesetas que le brinda Arturo Estévez, que a la vez, aunque en ese momento le toca ser el rumboso, no cuenta con una situación futura muy alentadora. Dentro de las generosidades se encubre la miseria del dador, y el recurso es acumulativo y auténticamente trágico, sin ningún aspaviento por medio. Asistimos a la triste escena de amor entre Rosendo y la chica de la librería, viviendo con él sus sudores y su completa decepción, esas miradas supersignificativas por una parte y otra que ciñen el patetismo de un viejo que quiere conquistar a una joven y se entera de que no le va a salir bien, y que luego vive esa experiencia.
Rosendo Sicilia se adentra lentamente en el mar, para confiarse a las olas, al igual que ocurre con la excepcional novelita de Gabriel Miró El libro de mi amigo, cuando el protagonista, sin fuerzas para la existencia, se confía al mar. El manejo del recurso del suicidio en los dos autores tiene sorprendentes parecidos.
“No me vengas con cuentos” es una gema lingüística, donde se lleva al escenario literario el idioma pasota y matado, con auténtica precisión. El cuento se desliza por los raíles léxicos del argot callejero, y es el mismo idioma que impele el cuento que va saliendo, una sorprendente disquisición filosófica, que crece y crece, con el mismo brío que algunos pasajes vitales de La lozana andaluza, esa obra «de vanguardia lingüística» de Francisco Delicado. Este cuento es un hito dentro de la narrativa corta canaria y merece mucho más estudio del que yo pueda brindarle en este espacio.
En total, el efecto que causa esta primera colección de cuentos es de lo más prometedor, y asienta firmemente el talento de este narrador cuya narrativa tiene el ímpetu y el optimismo del mejor naturalismo.
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Jonathan Allen (Las Palmas de Gran Canaria, 1963) es licenciado en Filología Francesa en Cambridge (St. Catherine’s Collage, 1985) y posgrado en Queen Mary College, Universidad de Londres. Desde 1995 es profesor de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, donde desarrolla su labor académica y dirige el Diploma de Estudios Canarios. Ha sido adjunto al Departamento de Debate y Pensamiento del Centro Atlántico de Arte Moderno y editor inglés de la revista Atlántica. También fue coordinador de Programación de la Filmoteca Canaria entre 1992 y 1995. Actualmente es el director de Moralia. Revista de Estudios Modernistas (Cabildo de Gran Canaria). Ha sido colaborador de La Provincia (1990-1998) y de Canarias 7 desde 1998. Ha publicado tres novelas y una trilogía, Arturo Rey de Erbania (Huerga & Fierro Editores, Madrid). Su cuarta novela es El sueño de Praga (Idea, Santa Cruz de Tenerife).
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